Value Investing: la estrategia de inversión definitiva 

El Value Investing, una filosofía de inversión arraigada en la experiencia y el raciocinio, encuentra sus raíces en Estados Unidos tras el colapso bursátil durante la Gran Recesión de 1929.

Los mentores intelectuales de esta doctrina, Benjamin Graham y David Dodd, moldearon sus principios en el influyente libro “Security Analysis”.

Con el tiempo, este enfoque se popularizó gracias a uno de los estudiantes más destacados de Graham y, a día de hoy, el inversor más reverenciado de todos los tiempos: Warren Buffett.

En esencia, el Value Investing implica la adquisición de empresas a precios inferiores a su valor intrínseco.

El inversor persigue la oportunidad cuando el precio de las acciones de una compañía se halla por debajo de su evaluación fundada en las características y la situación de la empresa.

En otras palabras, se trata de adquirir empresas de alta calidad a un precio inferior a su valor real.

Para entender a fondo esta filosofía, es revelador contemplar dos aforismos de Warren Buffett:

“El precio es lo que pagas, el valor es lo que recibes.”

“Es mucho mejor comprar una compañía maravillosa a un precio justo que una compañía justa a un precio maravilloso.”

Un inversor que abraza esta filosofía sostiene que los mercados financieros son eficientes a largo plazo, pero caprichosos a corto plazo.

En otras palabras, si bien el valor de una acción debería reflejar su valor real con el paso del tiempo, esto no necesariamente ocurre de inmediato debido a las emociones y la volatilidad del mercado.

En el corto plazo, el mercado tiende a ser impulsado por la irracionalidad, ya que los inversores están influenciados por emociones como el miedo o la avaricia, lo que incide en sus decisiones de compra o venta.

Esto, a su vez, puede llevar a valoraciones excesivamente altas o, en contraposición, a precios notoriamente bajos y desacertados.

Sin embargo, a largo plazo, se espera que el mercado se estabilice y refleje de manera más acertada el valor real de las inversiones.

Es en estos momentos de disonancia entre precio y valor intrínseco donde se encuentran las oportunidades.

Esto se traduce en la adquisición de acciones infravaloradas o, según el caso, a precios razonables.

En última instancia, esta práctica amplifica el potencial de rendimiento a largo plazo, ya que el riesgo disminuye a medida que aumenta el margen de seguridad.

El margen de seguridad representa la discrepancia entre el valor intrínseco de una compañía y su valor de mercado.

Un inversor de esta estirpe lleva a cabo un análisis exhaustivo del negocio en el que invierte, privilegiando aquellos sectores que conoce y comprende con minuciosidad.

Forja una tesis de inversión que vigila constantemente, evaluando los factores tanto internos como externos que podrían impactar en los flujos de caja futuros de la empresa.

Además, este inversor tiene confianza en sí mismo y tiende a adoptar una mentalidad contrarian, sin temor a nadar contra la corriente.

Cree en el valor del tiempo, invierte a largo plazo y posee la paciencia necesaria para esperar a que el mercado reconozca el verdadero valor de las compañías.

“Se debe ser codicioso cuando los demás tienen miedo y temeroso cuando los demás están codiciosos.”

“Solo cuando baja la marea, se sabe quién nadaba desnudo.”

En última instancia, tratar de prever el comportamiento del mercado a corto plazo es una tarea prácticamente imposible, dada su naturaleza aleatoria.

Los precios fluctúan según el estado de ánimo de los inversores y, en última instancia, son difíciles de anticipar.

Todo inversor en valor aspira a comprar compañías que operen en sectores con fuertes barreras de entrada, que sean líderes en la industria, con experiencia, trayectoria y ventajas competitivas sostenibles.

La historia ha demostrado que el Value Investing es el camino más sólido para obtener rendimientos superiores al mercado de manera constante.

No obstante, no es una tarea sencilla.

Requiere un esfuerzo significativo, conocimientos especializados para evaluar empresas y astucia para detectar oportunidades.

Aunque esta estrategia puede no ser adecuada para todos, vale la pena intentarlo.

Personalmente, para mí, ha marcado un punto de inflexión irreversible.

Recuerda, elige tu propio camino, pero ten en cuenta que, al final del día, la simplicidad es la clave del éxito.

Diego Matianich