Una nueva era (y una nueva lógica para invertir)

Hoy estamos siendo protagonistas de un cambio de era y dependerá de nosotros cómo enfrentamos esta realidad.

El mundo que se aproxima podría ser muy diferente al que hemos vivido hasta ahora.

Y, si bien nunca podemos saber con exactitud hacia dónde vamos, es importante entender dónde estamos.

El éxito del inversor durante los últimos cuarenta años estuvo relacionado con un viento de cola que hoy está desapareciendo.

Fueron décadas de alto crecimiento económico, donde los avances de la tecnología y los beneficios de la globalización jugaron un papel preponderante.

No obstante, el abaratamiento del costo del dinero fue el factor fundamental.

Cuando los tipos de interés son tan bajos, las personas pueden utilizar sus tarjetas de crédito para consumir más.

Las empresas, por su parte, tienen facilidades para reinvertir y expandirse. Eso les permite reducir el costo del capital y ser más rentables.

Cuanto mayor es el flujo de efectivo que generará una compañía en el futuro y menor sea la tasa de descuento, mayor es el valor presente del negocio.

Por ese motivo, los inversores suelen valorar las compañías con múltiplos más exigentes. En otras palabras, les exigen menos rendimiento a las inversiones pagando precios más altos.

Cuando el precio de los activos se eleva, se genera un efecto riqueza que dinamiza aún más el crecimiento económico: las personas se sienten más ricas y gastan más dinero.

En esta dinámica donde los activos se revalorizan y el costo del endeudamiento es casi nulo, los inversores pueden utilizar el apalancamiento para conseguir beneficios mayores.

Así es como se generan las burbujas.

Sucedió en muchas ocasiones, y la última burbuja que se pinchó fue a fines de 2021.

Todo comenzó a cambiar cuando, a principios de ese año, apareció la inflación y los continuos errores de los bancos centrales.

La Reserva Federal de los Estados Unidos no solo subestimó la subida de los precios, sino que continuó reduciendo los tipos de interés e incrementó los programas de flexibilización cuantitativa.

Se generó una demanda artificial que magnificó todos los problemas.

Cuando la Reserva Federal se dio cuenta de lo que hizo, comenzó a cambiar su discurso. Tanto es así, que dio inicio a uno de los ciclos de contracción monetaria más agresivos de la historia.

La prioridad dejó de ser el crecimiento económico y pasó a ser la lucha contra la inflación.

Lo que aún hoy atemoriza a los funcionarios de la Reserva Federal es cometer los mismos errores del pasado.

Los incrementos de tipos de interés y la reducción de la hoja de balance de la Reserva Federal, todavía no tuvieron un impacto significativo en la economía.

Sin embargo, esto podría cambiar hacia 2023.

Los bancos centrales siguen ratificando que hay mucho trabajo por hacer todavía.

La única forma de volver a un entorno inflacionario tan bajo es asfixiando la demanda y provocando una recesión.

Lo que debemos preguntarnos es qué tan razonable es el objetivo del 2% de inflación en un mundo que ya no volverá a ser el mismo.

Sobran argumentos para pensar que tendremos que lidiar con mayores niveles de inflación y tipos de interés estructurales más altos.

Esto condiciona absolutamente toda la dinámica económica y sugiere una nueva forma de pensar las inversiones del futuro.

Mientras nos preparamos lo inevitable e impredecible, creemos que la inversión en negocios con ventajas competitivas duraderas nos permitirá mantener nuestro dinero a salvo.

Solo debemos asegurarnos de pagar precios razonables por ellos y mantener un alto grado de liquidez en la cartera para aprovechar las oportunidades que posiblemente surjan el próximo año.

Puedes elegir tu propia aventura, pero recuerda: al final, gana lo simple.

Diego Matianich