Por el miedo a perder terminarás perdiendo
A lo largo de tu vida como inversor, tendrás un gran reportorio de buenas y malas inversiones.
Puede que una inversión resulte ser un fiasco.
Tal vez la estructura económica de esa compañía se haya deteriorado.
O, quizás, tu tesis inicial era incorrecta.
¡No hay problema!
Sucede a menudo.
Solo quítate de encima ese valor y sigue adelante.
Ahora, si crees que una inversión es un fiasco porque el mercado te la ofrece a un menor precio, no estás entendiendo el juego.
Mas aun si todo el mercado está en declive.
Los inversores se asustan cuando hay una crisis y huyen de las acciones.
El mercado es un maníaco depresivo.
Reacciona a las noticias y cambia de humor de forma repentina.
Y, por lo general, tiende a ofrecer acciones con descuento cuando está de mal humor.
Así que recuerda, nunca vendas tus acciones por el solo hecho de que el mercado las ofrezca a menor precio.
A continuación, voy a explicarte con un ejemplo sencillo (y de la vida real), por qué nunca (pero nunca) debes dejar que te “roben” tus acciones.
No malvendas tu negocio al mejor postor
Imagina que tienes una tienda de ropa.
Estás contento con tu negocio porque vendes productos de alta calidad y te diferencias de la competencia.
Tienes prendas de vestir únicas y exclusivas.
No tienes problemas financieros y el negocio te proporciona un beneficio anual de USD 100.000.
¡La vida te sonríe!
Resulta que un cliente (José) está fascinado con tu negocio.
Tal es así, que te ofrece USD 1.000.000 para que le vendas tu tienda.
Haciendo cuentas rápidas, eso equivale a 10 veces los beneficios que genera tu negocio en un año.
Como en ningún momento pensaste en vender, le agradeces y le dices que no estás interesado.
Al poco tiempo, José regresa a la tienda.
Esta vez, te ofrece USD 800.000 por quedarse con tu tienda.
Si bien continúas sin querer vender, te llama la atención la rebaja en la oferta.
Entonces le preguntas por qué ofrece menos dinero que la primera vez.
José dice que las condiciones financieras están empeorando y la gente tiene temor a perder su empleo.
Te quedas pensando y vuelves a rechazar su oferta.
Al poco tiempo, José regresa.
Te cuenta que la situación económica parece ir a peor, y que se avecina una recesión.
Resulta que el banco central está subiendo los tipos de interés a gran velocidad y está haciendo temblar al sistema bancario.
Antes de retirarse del local, te vuelve a hacer una oferta para quedarse con tu tienda.
Esta vez, te ofrece USD 500.000.
¡La mitad de lo que ofrecía originalmente!
Quedas impactado (y asustado) con lo que te cuenta.
Piensas unos minutos y llegas a la conclusión de que la oferta es cada vez menos atractiva.
José mencionó que, posiblemente, no pueda mantener esa oferta en el futuro.
Te encuentras confundido, porque tu negocio funciona como siempre.
Todavía proyectas beneficios de USD 100.000 para fin de año.
No obstante, crees que vender a USD 500.000 puede ser una buena idea, considerando que el precio seguirá bajando.
De hecho, te gustaría recomprarlo a mejor precio dentro de un año si es que la situación económica va a empeorar.
Tomas la decisión y vendes tu negocio a USD 500.000.
A razón de unas 5 veces los beneficios anuales.
Al cabo de un año, regresas a tu antigua tienda y saludas a José.
Te cuenta que hizo algunas reformas y está muy contento.
Espera que el negocio le genere USD 120.000 de beneficios al año.
Como venías pensando en recomprarlo a un mejor precio, le preguntas a cuánto estaría dispuesto a venderte la tienda.
José le dice que la situación económica había mejorado.
Y no vendería la tienda por menos de USD 2.400.000.
Esto es unas 20 veces los beneficios que José dijo poder generar.
¡4 veces más que el precio al que te la compró!
Como verás, esto sucede tanto en la vida real como en los mercados financieros.
De hecho, José representa al mercado y tú eres el accionista de un negocio (en este caso, tu propia tienda de ropa).
La diferencia es que, en la vida real, no siempre tendrás un cliente que te haga una oferta de este tipo.
En el caso de las acciones, el mercado te ofrecerá precios distintos todos los días.
Cuando está de mal humor, te ofrecerá poco dinero para comprar tus acciones.
Cuando está de buen humor, vendrá con ofertas más ambiciosas.
La moraleja de todo esto es que nunca debes vender un buen negocio cuando el mercado está de mal humor.
Sea cual sea la compañía en la que hayas invertido, si no hay razones fundamentales para hacerlo, no vendas en pánico.
Por el contrario, si tienes dinero disponible, ¡aprovecha para llevar gangas!
Eso fue todo por hoy,
Por buenas inversiones
Diego Matianich