Pricing Power: una receta infalible contra la inflación

La inflación, aunque quizás no sea una presencia tan constante en Estados Unidos como en algunas economías latinoamericanas, es un fenómeno silencioso pero persistente que erosiona gradualmente el poder adquisitivo de la moneda.

Para proporcionar un punto de referencia, en el último siglo, el dólar ha perdido un impresionante 96% de su valor.

Esta tendencia no parece destinada a cambiar, sobre todo debido a la fuerte dependencia del sistema económico estadounidense de las políticas monetarias expansivas de la Reserva Federal.

En un sistema impulsado por la deuda y la emisión de dinero, el deterioro de la moneda parece casi inevitable en un país con niveles tan elevados de endeudamiento.

Históricamente, cuando la emisión de dinero coincide con un crecimiento económico, el equilibrio prevalece.

No obstante, cuando esta dinámica cambia, la emisión de deuda deja de generar crecimiento genuino, lo que puede dar lugar a episodios inflacionarios que sacuden los cimientos del sistema.

Tomemos los años setenta como ejemplo, cuando el fin del sistema Bretton Woods condujo a una inflación en Estados Unidos que alcanzó el 12,34% en 1974, provocando una recesión que perduró por más de cinco años.

Actualmente, nos encontramos en una situación similar.

La relación entre la deuda pública y el PIB roza el 130%, mientras que la inflación anual en Estados Unidos se sitúa en el 8,3%.

Expertos como Ben Bernanke, expresidente de la Reserva Federal, sugieren que podríamos estar encaminándonos hacia una situación de estanflación similar a la de los años 70, caracterizada por un bajo crecimiento, un aumento del desempleo y una inflación superior al 7%.

Para contrarrestar esta inflación, se espera que la Reserva Federal tome medidas drásticas, principalmente a través de ajustes rápidos y agresivos en las tasas de interés.

Sin embargo, las similitudes con el pasado sugieren que Estados Unidos podría estar adentrándose en una nueva recesión.

En este contexto, la inflación se presenta como una herramienta clásica para reducir el costo de la deuda externa, y siempre será una variable a considerar, independientemente de su magnitud.

Warren Buffett, en una reunión anual de Berkshire Hathaway en 2004, abordó el tema de la inflación, destacando que la mejor manera de enfrentarla es a través de un sólido “poder de fijación de precios”.

Utilizó un ejemplo ilustrativo: si eres el único cirujano en la ciudad, puedes ajustar tus precios para compensar la inflación, y la gente seguirá pagando.

Esta perspicaz observación nos conduce a la conclusión de que las mejores empresas para invertir en tiempos de alta inflación son aquellas que poseen esta ventaja competitiva, y cuyas operaciones no demandan grandes inversiones de capital.

Un negocio intensivo en capital se verá obligado a destinar cada vez más recursos para mantener su funcionamiento, sin que necesariamente sus beneficios aumenten en consecuencia.

El “poder de fijación de precios” es la capacidad de una compañía para ajustar los precios de sus productos o servicios (en respuesta a incrementos en sus costos), sin que esto afecte significativamente el volumen de ventas o la participación en el mercado.

Este poder se deriva de la importancia del producto o servicio para el cliente, así como del valor único e intangible que la empresa ofrece en comparación con sus competidores.

Empresas como Nike, Coca-Cola y Louis Vuitton ejemplifican este concepto, demostrando que no solo son resistentes a la inflación, sino que también logran incrementar su crecimiento a través de la fijación de precios.

Recuerda, al final, triunfa lo simple.

La complejidad no es el camino hacia el éxito en el mundo de las inversiones, especialmente en tiempos de inflación.

Por tanto, elige tu propia aventura, pero mantén presente que la simplicidad suele ser la mejor estrategia.

¡Hasta la próxima, y que tus inversiones sean sabias y prósperas!

Diego Matianich