Una ola de pánico barrió los mercados. Aranceles, tweets y tensión global llevaron al S&P 500 a una de sus mayores subas diarias… tras una caída histórica. Entre el miedo y la euforia, abril dejó una lección clara: las oportunidades nacen en medio del caos.
Abril de 2025 será recordado.
No por una noticia puntual.
No por un evento específico.
Sino por la intensidad.
Por la velocidad.
Por ese ruido ensordecedor que hace el mercado cuando cae.
Para el inversor, esos días no se viven en gráficos.
Se viven en el cuerpo.
Cada vela roja en la pantalla es una punzada.
Cada titular negativo, una señal de alarma.
Y lo más difícil: el miedo no avisa.
Solo aparece.
De golpe.
El corazón late más rápido.
Las manos tiemblan al mirar la cuenta.
La mente empieza a correr más rápido que los precios:
¿Y si esto sigue bajando?
¿Vendo todo ahora?
¿Y si nunca se recupera?
Lo que siente el inversor en ese momento no es racional.
Es humano.
Es como si el piso desapareciera de repente.
Como estar en un ascensor que cae sin aviso.
Todo lo que parecía sólido empieza a tambalear.
Pero en medio de ese derrumbe, aparece algo más.
Una pausa.
Un momento en el que, si uno logra respirar, mirar con distancia, y recordar por qué invierte, empieza a ver otra cosa.
Oportunidad.
Porque la historia lo ha mostrado una y otra vez:
Cuando el mercado grita, es cuando hay que escuchar con más atención.
Y la historia parece que se repite.
Esto ya pasó durante el lunes negro de 1987.
No con las mismas empresas.
No con los mismos números.
Pero sí con las mismas emociones.
El lunes 19 de octubre de 1987, la Bolsa de Estados Unidos vivió la mayor caída diaria de su historia.
En un solo día, el índice Dow Jones cayó un 22,6%.

Para ponerlo en perspectiva: es como si hoy el Down perdiera más de 9.000 puntos en 24 horas.
No hubo una sola causa.
Fue una combinación de nerviosismo, ventas automatizadas, y pánico.
En ese momento, muchos pensaron que era el fin.
Los teléfonos no paraban de sonar en Wall Street.
Los operadores gritaban.
Algunos fondos liquidaban posiciones sin mirar precios.
Era una estampida.
Pero lo que parecía un derrumbe sin fondo, terminó siendo una gran oportunidad.
El mercado se recuperó.
Y no solo eso: lo hizo mucho más rápido de lo que la mayoría imaginaba.
En dos años, quienes no vendieron y se mantuvieron firmes, ya estaban en terreno positivo.
Muchos incluso ganaron más que antes de la caída.
La lección fue clara.
El miedo exagera.
Y cuando el mercado cae, los precios no siempre reflejan la realidad de las empresas.
Reflejan emociones.
El viernes pasado lo analizamos en el seminario.
Si quieres volver a verlo, está disponible.
La narrativa, ese día, era clara y directa.
Los aranceles recíprocos podían destruirlo todo.
Recesión global…
Estanflación…
Ralentización económica…

Los mercados globales se desplomaban.
Parecía un auténtico apocalipsis.
Pero el objetivo de Trump parecía ser otro.
Negociar y nada más.
En apenas cuatro ruedas, el S&P 500 se hundió un 12,1%.
La duodécima mayor caída en un período de cuatro días desde 1950.
Un dato que asusta.

Para cuando llegamos al día 66 del año, el índice acumulaba una baja del 15,3%.
El cuarto peor arranque anual desde que se tienen registros.

Todo caía.
Y la volatilidad se disparaba.
El VIX superaba los 50 puntos.

Un umbral que pocas veces se cruza.
El miedo era real.
El pánico, palpable.
Y, sin embargo, la historia dice otra cosa.
Cuando el miedo domina, los retornos a cinco años tienden a ser más altos que el promedio.
Así ha sido una y otra vez.
Aun así, los titulares tampoco ayudaban.

Todo alimentaba el terror.
El 8 de abril, 70 países negociaban con Estados Unidos.
Parecía que se había tocado fondo.
Pero no.
Trump elevaba los aranceles a China al 104%.
China respondía con un 90%.
Ninguno de los dos cedía.
Y el mercado volvía a temblar.
El 9 de abril arrancaba como otro día negro.
Y entonces, llegó lo inesperado.
Primero, un tuit.
Trump escribía: “Great time to buy”.

Y luego, el anuncio.

Por un lado, aranceles a China al 125% con efecto inmediato.
Por otro, una tregua de 90 días para negociar con más de 75 países.
Un respiro.
Y el mercado respondió.
Una de las mayores subas en un solo día desde 1950.
El S&P 500 trepó un 9,5%.
La tercera mayor suba diaria en la historia moderna.

La volatilidad también se derrumbó.
El VIX cayó 36% en una sola jornada.
La mayor baja de la historia.

A fines del año pasado lo anticipábamos.
2025 sería volátil.
Y no solo por las valoraciones.
El nivel de concentración del mercado exigía cautela.
Pocas empresas explicaban casi todo.
Y cuando eso ocurre, las olas son más grandes.
Lo cierto es que nada terminó.
Aunque hoy reine la euforia, las negociaciones recién comienzan.
Y la relación entre las dos potencias económicas del mundo sigue tensa.
Muy tensa.
Los aranceles están en niveles que no se veían desde 1930.
Y eso deja claro que el riesgo sigue siendo alto.
Pero también lo es la posible recompensa.

Abril de 2025 será un capítulo más en la historia de Wall Street.
No sé cómo continuará.
Uno de esos meses que se estudian.
Habrá ganadores y perdedores.
Como siempre…
Pero de algo estoy seguro.
El inversor inteligente sabe qué hacer en estos momentos.
No necesita actuar con prisa.
Solo necesita recordar por qué invierte.
Como decía Warren Buffett:
“Solo cuando baja la marea, descubres quién estaba nadando desnudo.”
Puedes elegir tu propia aventura, pero recuerda: al final, gana lo simple.
Por buenas inversiones,
Diego Matianich